El 4 de julio de 2025, mientras Estados Unidos celebraba el Día de la Independencia, algo mucho más silencioso pero profundamente simbólico ocurrió en la red de Bitcoin (BTC). 80.000 bitcóins que habían permanecido inactivos durante más de una década —desde los primeros años del protocolo— fueron transferidos en bloque, mediante una serie de transacciones distribuidas desde múltiples direcciones históricas. La cantidad de fondos (se trataba de la transacción de mayor valor hasta la fecha en toda la historia de esta tecnología) y la antigüedad de las direcciones generaron una reacción inmediata: ¿quién conserva hoy el acceso a las claves de la era Satoshi?

Las monedas provenían de wallets con actividad congelada desde 2011, lo que las vincula directa o indirectamente con la etapa en que a Bitcoin sólo lo conocía un número muy reducido de individuos —entre ellos, su creador, que firmaba bajo el pseudónimo Satoshi Nakamoto—. La primera pregunta que surge es si nos encontramos ante un movimiento de Satoshi en persona, o de alguien que ha logrado acceder a esas claves por otros medios.