Argentine dollarization will fail if implemented. Whenever the Cato Institute, American Enterprise Institute and City Journal agree (like they do on positive prospects for Argentine dollarization), I get suspicious. Argentine President Milei needs a two-thirds majority to pass constitutional reforms required for dollar convertibility. Furthermore, Argentina would need substantial foreign exchange reserves and much higher savings rates to even try it. But even if these goals were met, dollarization would fail after being implemented.

Convertibility to another currency is generally only workable in places with some combination of the following: (a) high levels of productivity, flexibility and business dynamism to allow the economy to absorb domestic and external shocks; (b) white knight lenders such as the ECB and European Commission; and/or © substantial commodity related foreign exchange reserves to defend the currency peg when needed. Argentina has none of these attributes, and while Milei is trying (see box), I doubt he will be able to sufficiently de-Peronize Argentina. Dollarization would yield to de-dollarization in a fairly short period.

Lo que dice el informe Eye on the Market: Outlook 2024 emitido por la J. P. Morgan ayer, es que el mercado ve con gran escepticismo la propuesta liberal de Javier Milei, y cita el nivel de apoyo requerido en el Congreso (mayoría de dos tercios) para promulgar la ley de dolarización —columna vertebral de todo el resto de su proyecto de gobierno—, la necesidad de un fortalecimiento sustancial de las reservas y de una fortísima devaluación como los principales motivos para desdeñar sus bravuconadas ancap como un mero capricho imposible de llevar a cabo.

Argentina, como bien sabemos los argentinos, es un país contradictorio, capaz de votar a un neoliberal anarcocapitalista pero a la vez poner el grito en el cielo si las tarifas suben lo suficiente como para que se sienta en el bolsillo.

Es algo que los norteamericanos jamás entenderán, y la razón fundamental de que, tarde o temprano, las aventuras neoliberales terminan mal, muy mal. Tal vez la única excepción haya sido Carlos Menem, que fue ante todo un peronista lo suficientemente zorro como para haber entendido esas contradicciones y haberles hallado la vuelta para sobrevivir casi diez años en el poder y lograr que el pato lo pagara otro.